‘God Help the Girl’: Banda aparte
Stuart Murdoch, vocalista e ideólogo del grupo indie pop escocés Belle & Sebastian, escribe y dirige este musical, premio especial en Sundance, sobre una joven que intenta balancear su inestable vida con la ayuda de la música.
El origen del proyecto proviene de la idea de Murdoch, alumbrada hace algunos años, de escribir una serie de canciones «femeninas» que vendrían a ser interpretadas por God Help the Girl, grupo paralelo a Belle & Sebastian pero con vocalista femenina y centrado en las angustias vitales de la juventud acomodada en el proceso de maduración. Las canciones, que acabaron formando parte de un álbum, son reutilizadas en el filme para narrar una historia musical sobre una joven con problemas psicológicos que ve en el mundo de la música una salida plausible a sus muchos devaneos existenciales, en consecuencia con las preocupaciones temáticas y rítmicas de Belle & Sebastian, cristalización musical de los pequeños problemas juveniles de la clase media del mundo británico afrancesado (y, por extensión, del Occidente liberal, acomodado y demócrata).
Así, tanto el grupo como este proyecto cinematográfico acaban suponiendo una oda a una clase social educada que se puede permitir huir de casa un par de semanas (porque dinero no le va a faltar), discutir sobre Marx o Engels sin necesidad de comulgar con sus ideales de una forma políticamente activa, o concentrar todos sus esfuerzos en fundar una nueva y dulce banda pop.
En este sentido, la joven protagonista (una Emily Browning que es alternativamente juventud naive e ironía adulta, como en las mejores canciones de Belle & Sebastian) y su imagen estética y actitud ética suponen un compendio de todos los referentes musicales y cinematográficos con los que juega Murdoch, que convierten el filme en un pastiche pop que recuerda sobre todo a los musicales en tonos pastel de Jacques Demy o la estética preciosista y cuidada de Wes Anderson, ambos artistas reivindicados por una cierta sensibilidad vintage y posmoderna que podemos identificar con lo hipster.
Y más allá, musicalmente hablando, God Help the Girl no supone más que una nueva entrega de la rica tradición británica de filmes musicales surgidos de una banda pop (hay ecos de las películas festivas de The Beatles pero también de las historias de maduración- esta vez sin significación política fuerte- de Quadrophenia, inspirada por The Who). Y, por supuesto, en el rostro y la voz de Browning se dan cita tanto Anna Karina (musa de Godard, dios del cine it cuyo filme Bande à Part tiene mucho que ver con el que ahora nos ocupa), como cantantes-actriz en la línea de Françoise Hardy o Brigitte Bardot, aludiendo al afrancesamiento (el pop francés de los sesenta es esencial para Murdoch) al que hacíamos referencia antes.
Vemos, pues, que God Help the Girl, más allá de película, es un objeto cultural muy destacado que va en la línea de una sensibilidad estética de amplia tradición: pero además se trata de un filme repleto de canciones excelentes, terriblemente pegajosas; con un guión efectivo que ensalza las virtudes curativas de la música con un idealismo totalmente inocente, pero no sin su encanto particular; un diseño de vestuario, peluquería, maquillaje y decorados que puede rayar en la autoparodia pero que acaba por estar exquisitamente bien combinado; una fotografía excelente que cumple en cada momento, incluso con variedad de formatos de grabación (al estilo de Instagram, aplicación que permite aplicar un filtro vintage y esteticista a la realidad, equivalente de lo cual podría ser esta película)… La película es, en fin, un enorme caramelo que funciona perfectamente bien en sus términos, que quizás duela a aquellos que esperasen algún tipo de mensaje político o reflexión original sobre la juventud, pero que satisfará a aquellos interesados en su búsqueda juvenil de la felicidad siempre sin la necesidad de pensar en las consecuencias de esta búsqueda.
En efecto, música y estética (concretada en una ropa determinada – rockers, mods, hippies, los maestros del pastiche hipster… y un estilo de vida particular, en este caso el de la clase media acomodada y culta) han ido siempre de la mano en este tipo de productos, y en general en el universo de la música popular de los últimos sesenta años. Y detrás de cada estética necesariamente debe de haber una ética, pero en algunas ocasiones más que en otras: el movimiento hipster contemporáneo, pastiche de estilos y referencias a la cultura pop, no parece venir aparejado a unas ideas políticas claras, aunque esté claro que si tuvieran que elegir se decantarían por las progresistas. Se trata de una estética acomodaticia que se amolda a estilos anteriores, y a la que lo popular, lo mainstream (no digamos ya la lucha de clases) le produce alergia.
God Help the Girl bordea con valentía y orgullo de clase (apolítica) todas estas cuestiones, conformando un relato que, aún con toda su fantasía y su alejamiento de la realidad inmediata, conecta con una cierta idea de las cosas que hoy en día tiene mucho que decir. En estos términos, la juventud de izquierdas ya no peleará en las calles y los foros políticos (ética) sino que se conformará con vestir de una determinada manera, que una vez tuvo un significado político pero que hoy en día, en la mayoría de los casos, no es más que una nueva fotocopia generada por la cultura de masas (pura estética).